18 de abril
de 1965
Lo que
estoy a punto de narrar es una historia verídica, aunque los sucesos que
mencionaré parezcan extraordinarios, doy mi palabra de que todo lo aquí referido sucedió.
Estaba
sentado fuera de la oficina del señor Ruskin podía escuchar un leve murmullo a
lo lejos, los alumnos iban y venían por el corredor, con sus pulcros uniformes
y sus libros en mano. El edificio Gibbs estaba a un costado del comedor donde
se acababa de realizar la merienda. Eran ya las ocho y cuarto, había llegado
hace casi dos horas y aún no recibía ningún trato ni bienvenida a la facultad.
No sentía la necesidad de ser presentado con nadie, hubiera preferido sólo
entrar a trabajar inmediatamente, pero, siendo una universidad de tal prestigio,
se me había prometido toda una ceremonia en la que me presentarían ante los
alumnos y docentes académicos. Sin embargo, habían pasado ya dos horas y aún no
recibía ningún trato. Suspiré levemente y traté de acomodar mi cabello, lo
acostumbraba llevar desordenado y caía un poco hacia el frente, me sentía algo
fuera de lugar en tan exuberante sitio. Justo en eso estaban mis pensamientos
cuando escuché la puerta abrirse. Era el señor Ruskin, director académico y administrativo
del King’s College.
—Pase por
favor señor Marin, es un placer atenderle finalmente.
Me recibió
con una mirada de solemnidad que me hizo sentirme aún más diminuto, pero ya
había aceptado el puesto, iba a tener que acostumbrarme.
—Espero que
haya tenido un excelente viaje señor Marin. Como ve aquí el invierno es un poco
más crudo, tendrá que irse adaptando, pero sé que no le será difícil, es un
hombre muy joven.
La luz
verde de su lámpara de mesa iluminaba toda la oficina, la sobria elegancia del
lugar me tranquilizó. Estaba acostumbrado a una vida más recatada, en mi natal
Madrid la arquitectura era muy diferente. Inglaterra era un lugar que parecía
sacado de un cuento de hadas y el King’s College particularmente poseía un
encanto y una fastuosidad que imponían. La arquitectura gótica contrastaba
bellamente con el estilo decó que venía de París y de Estados Unidos, propio de
la década.
—Cómo debe
saber ya, requerimos sus servicios en un momento de mucho pesar para la
Universidad, el maestro Beynon era un miembro muy apreciado en nuestro comité,
entre sus antepasados se encuentran algunos de los fundadores de la
Universidad. Es muy triste que haya sucedido tan onerosa tragedia.
Ofrecí mi
pésame y se me informó de una ceremonia en memoria del difunto profesor Beynon,
sería dentro de dos días, el cuerpo se había velado la noche anterior. Por lo
pronto, como aún no contaba con hospedaje se me ofreció quedarme en la antigua
casa del difunto ubicada a apenas unos minutos en coche de la universidad,
cerca de una media hora a pie. Teniendo en cuenta que no conocía a nadie de la
ciudad y que estaba ya bastante cansado por el viaje acepte complacido. El
director me escoltó hacia la puerta donde me esperaba ya el cochero.
Emprendimos camino inmediatamente.
Ya se había
puesto el sol hace tiempo, las farolas apenas iluminaban el camino, al parecer
la casa mencionada estaba en una arboleda, pensé inmediatamente en mi hogar,
donde el clima era más benévolo y las noches empezaban más tarde. Aquí todo
parecía ensombrecido por una capa de neblina, muy densa esa primera noche.
Llegamos casi a las once, el cochero me ayudó con las maletas. Me sorprendió
que tocara la puerta pues pensé que la casa estaría vacía, abrieron
inmediatamente. Era al parecer el mayordomo, un hombre de unos sesenta años, no
más alto que yo y levemente encorvado, nos recibió con bastante calma, como si
ya hace tiempo nos esperara y nos dirigió hacia arriba, a lo que sería mi
habitación. En todo este tiempo no dijo ni una sola palabra. Pagué al cochero y
ambos se retiraron, pronto me encontré sólo recorriendo la casa, era más grande
de lo que me esperaba y tenía un aire bastante imponente, sentí que podría
perderme con facilidad entre sus muchos cuartos y pasillos. Conté cinco sólo en
la planta alta. Volvía al cuarto que me asignaron cuando de reojo logré
percibir algo que se movía a unos meteros de mí. Un poco por la inseguridad de
mi reciente llegada volteé rápido para disculparme por explorar la casa sin
ningún consentimiento, pero no logré ver nada, lo atribuí a mi cansancio y no
le di importancia, ahora que lo recuerdo me produce escalofríos pensar en que
probablemente fue la primera vez que la vi.
Llegué a mi
cuarto con un poco de esfuerzo pues no era muy diferente a otras habitaciones,
en la puerta me esperaba el mayordomo, lo saludé, me respondió asintiendo la
cabeza y me señaló el camino hacia abajo, creí que ya era algo tarde para la
merienda pero estaba servida. No vi a nadie más que él en la casa, y no sé
decir quién había preparado la comida. Aunque mi paladar no estaba acostumbrado
a la comida inglesa agradecí y comí tranquila y pausadamente, a pesar de que me
encontraba muy hambriento.
El viaje
había durado bastante, fue por mar y tierra y el cambio de clima no me
favoreció mucho, casi contraigo gripe. A finales de noviembre ya empezaban las
nevadas por allá, muy pronto vería todo cubierto de nieve. Como comí sólo,
cuando terminé me retiré de la mesa y me dirigí directo a mi habitación, no
quería volver a molestar maleducadamente a cualquier otra persona que
probablemente estuviera en la gran casa. Tome algunos libros de lógica y me
disponía a leerlos pero el sueño excedió a mis deseos. Desperté a las tres de
la madrugada con mucho frío. Todo estaba completamente oscuro, ni si quiera
podía ver los límites de mi cuarto, eso me incomodó un poco. Como era nuevo en
aquel lugar me costó bastante trabajo encontrar alguna lámpara, varias veces
choqué con las esquinas de los muebles. Finalmente di con una, y con algo de
trabajo la encendí. Me di cuenta de que estaba justo frente a un espejo, lo que
me sobresaltó un poco y descubrí que mi corazón latía demasiado rápido. Aunque
consideré aniñado asustarme por la oscuridad, a decir verdad esa casa no me
producía una sensación muy agradable, iniciando por el hecho de que su antiguo
dueño acababa de fallecer hace apenas unos días. Con la lámpara en mano me
dirigí a la puerta pero no la abrí, me pareció prudente permanecer dentro de la
habitación toda la noche, ya después podría intentar acomodarme en otro lugar,
después de todo iba a llevarme más tiempo hacerme de mi propia casa. Volví a mi
cama y puse la lámpara a un lado, era una lámpara de aceite así que procuré
traer siempre cerillas en mis bolsillos, la apagué y volví a dormir. Desperté mucho
después, con los rayos del sol entrando por la ventana.
Llegué a la
universidad cerca de las 8, justo para mi clase, el edificio en donde se
impartía mi cátedra estaba casi al final de todo, era bastante grande y, como
todo lo demás, de una arquitectura impresionante. Tenía muchos alumnos, algunos
muy jóvenes, otros no tan diferentes de mi edad. Yo salí de la universidad a
los 17 años, siempre fui bastante bueno y lo digo sin recato porque no poco
esfuerzo me costó. A mis 24 años ya tenía experiencia como docente aunque aun
así confieso que me sorprendió cuando recibí aquella carta donde se me
solicitaban mis servicios en una de las escuelas más prestigiosas del mundo, no
podía desaprovechar una oportunidad tal y no me atreví nunca a cuestionar el porqué
de mi elección. Me agradaba dar clases y me sentía a la altura de dicha universidad,
los alumnos parecían respetarme y muchas veces solicitaban de mi asesoría.
Cuando
llegó el tercer día se me informó que asistiera a la ceremonia del antiguo
maestro, sentí cierta estima hacia él por los comentarios que escuché de
alumnos y otros maestros sobre su persona. Al parecer era un hombre recatado, sin
familia ni ningún escándalo, vivía para dar clases y para expandir sus
conocimientos, eso lo pude ver en su casa, en donde la biblioteca se extendía
por tres habitaciones grandes y en ella encontré tomos de las más variadas
disciplinas, desde arte hasta derecho, biología, entre otras. La ceremonia
sería a las 7 de la tarde, justo cuando terminaba mi última clase, por lo mismo
llegué un poco retrasado.
Se realizó
en el Salón de Actos y cuando entré pude ver que estaba lleno, no me
sorprendió. Aun no tenía muchos conocidos así que me dediqué a recorrer el
lugar, contemplando la maravillosa arquitectura y los cuadros colgados, muchos
exponían retratos de los fundadores, otros eran paisajes de la región. Pude ver
como todos iban excelentemente vestidos, incluso los alumnos, yo no me atreví a
acercarme a ningún grupo en particular, aunque si cruce palabras con algunas
personas. Vi al señor Ruskin a lo lejos, parecía estar entablando una
conversación sería con su oyente y por lo mismo no me acerqué, pasadas cerca de
una hora y media se llamó la atención a todos los presentes, el director iba a
ofrecer unas palabras. Habló de la trayectoria del profesor y de todas las
aportaciones que había generado a la ciencia y a la investigación, al parecer
era un hombre aún más dotado en intelecto de lo que imaginé, incluso escribió
varios libros, yo podía jactarme de sólo un par. Mientras el director hablaba pude escuchar que no todos los
presentes permanecían en silencio, quise acercarme a hacerles la observación
cuando escuche algo que capto mi atención. Al parecer un grupo de jóvenes
estudiantes hablaban muy en secreto sobre algo ocurrido en el edificio Wilkins
la noche anterior al fallecimiento del maestro. A mí no se me dieron pormenores
de lo sucedido, sólo deduje que había fallecido por su avanzada edad, pero por
lo que escuché, el señor había estado trabajando hasta el último día de su
muerte y nadie presenció ninguna conducta que denotara molestias físicas o
enfermedad. Uno de los jóvenes mencionó que el día del velorio el ataúd
permaneció cerrado todo el tiempo, y muchos incluso se aventuraron a decir que
no era el cuerpo del maestro el que estaba ahí presente. Todo me pareció muy
extraño pero no pregunté, me limité a tratar de seguir escuchando sus
comentarios, hasta que un hombre de mediana edad y apariencia algo descuidada,
en comparación con los demás invitados, me abordó de una forma algo brusca.
—Usted es
el nuevo maestro de matemáticas.
Más que una
pregunta parecía una afirmación, asentí y aunque no lo conocía ni lo había
visto, pronto comenzó a relatarme una serie de cosas. Habló del anterior
maestro y de sus muchas virtudes y de cómo se había ganado el cariño de todos
sus conocidos mediante su modestia e intelecto. Me dijo que no tenía esposa ni
hijos y que a pesar de su buena fe no se le conocían muchos amigos cercanos, ni
solía llevar visita a su casa.
—¿Está hospedándose
en ella verdad?
Su tono de
voz cambió un poco cuando realizó está pregunta, asentí igualmente y el hombre
se me acercó, casi como si fuera a decirme un secreto.
—Y entonces
¿es cierto lo que dicen?
Me
desconcerté un poco y antes de que pudiera contestar algo el director nos
interrumpió.
—Veo que ha
conocido al señor Otter. Es un miembro distinguido del consejo. Si me permite
señor Otter quisiera entablar con el joven profesor unas palabras.
El señor Otter
se retiró, pero no me quitó la mirada de encima hasta que lo vi desaparecer
entre la gente. Sus palabras no me asustaron pero cada vez más me embargaba la
curiosidad de saber que había pasado exactamente con el profesor Beynon, era
muy extraño que algo tan banal se mantuviera tan en secreto y que un hombre
mayor que al parecer no se involucraba con nadie generara tantos comentarios intrigantes
por parte de los alumnos.
El director
me habló de muchas cosas, de la historia de la Universidad, de la vida
estudiantil, de las otras facultades. Incluso me presentó a otros maestros
nuevos y me ofreció pasar a su casa en cualquier día próximo para conversar, al
parecer el hombre era un ávido hablante de español.
—Pocas
personas tienen los conocimientos que usted tiene, no podíamos haber escogido a
alguien mejor como reemplazo.
Le agradecí
por su reconocimiento. La noche transcurrió con más calma y antes de la
medianoche yo ya estaba de vuelta en la casa del profesor Beynon.
El
mayordomo, al escuchar el carro, estaba esperándome en la puerta, me había
acostumbrado ya a sus maneras frías y a su nula conversación. Pagué al cochero,
saludé al mayordomo y entré. Ya había cenado en la universidad por lo que le
dije que no hacía falta que pusiera la mesa. El asintió, me dirigí a mi
habitación y dispuse todo para el día siguiente. Iba a ser la una de la madrugada
cuando decidí acostarme. Apagué las luces y me fui a la cama, dormí plenamente,
hasta las 3 de la mañana. Ésta vez lo que me despertó no fue el frío sino un
ruido, a menos de que lo haya soñado, que también es una posibilidad. Creo
recordar un ruido fuerte, como si una puerta se hubiera cerrado repentinamente
por el viento. Me dirigí a la lámpara ya conocida, la encendí y me acerqué a la
puerta. Hacia viento entonces se escuchaban varios ruidos a lo lejos y un
silbido producto de la entrada del aire por el resquicio de alguna puerta o
ventana. Entonces lo escuche otra vez, ahora más fuerte. Sin pensarlo mucho
abrí la puerta, decidido de encontrar a otro posible huésped del que no se me
hubiera informado, la casa era bastante grande y estoy seguro de que podría
haber más personas sin que se toparan necesariamente. Recorrí todo el pasillo
que conducía a la estancia principal de la planta alta, las sombras de las
ramas de los árboles movidas por el viento se proyectaban sobre el papel tapiz
de vivos colores que cubría las paredes de toda la casa. Me desconcertaba un
poco tan brusco movimiento en la quietud de la noche. Llegué a la estancia sin
ver a nadie y me aventuré por otro pasillo, pronto llegué a más habitaciones,
todas cerradas por fuera, la verdad nunca había tenido tiempo de pedir las
llaves al mayordomo o de si quiera interesarme por ver todo el lugar, pero por
alguna razón, aquel ruido en medio de la noche, junto con las conversaciones
que había presenciado? en la Universidad me había puesto bastante nervioso y
esperaba descubrir algo. Llegué a una segunda estancia, más pequeña que
conducía a otros dos pasillos, tome el de la izquierda y pronto me encontré
frente a unas escaleras. La luz no alcanzaba a iluminar nada de ese lugar, sólo
mi lámpara me auxiliaba para no caerme pues decidí subirlas, llegué, como
esperaba a una puerta, tire de la manivela y esta se abrió con un sonido
metálico.
No tengo
palabras para describir lo que presencié a continuación pero trataré de
explicarlo. Lo primero que mi lámpara alumbró fueron varias bolsas, muy
grandes, colgadas de una estructura metálica en el techo, no las abrí pero el
olor que inundaba el cuarto me sugería que se trataba de materia en
descomposición, más al fondo del cuarto había un gran escritorio y a un costado
se apilaban unas cajas con muestras en tubos de ensayo. Del otro lado del
cuarto había un baúl muy grande y sobre el una estantería con muchos papeles manuscritos.
Lo siguiente que supe fue que mis pies pisaron en falso y caí al suelo, con
todo y la lámpara, luego vino más oscuridad, la lámpara se había roto, antes de
poder incorporarme escuche pasos en la escalera, fuertes y decididos, alguien
se dirigía hacia mí.
Desperté a
las 8 de la mañana, cuando abrí los ojos la luz penetró tan fuertemente en mi
que no pude mantenerlos abiertos por mucho tiempo. La cabeza me punzaba
horriblemente y para mi sorpresa, vi al mayordomo frente a mí y por primera vez
escuche su voz.
—Sufrió de
fiebre durante toda la noche, ya hablé a la Universidad para avisar de su
ausencia hasta que se recupere.
No sentía
fiebre, sólo el terrible dolor de la cabeza y recuerdos vagos de la noche
anterior. Estaba demasiado aturdido como para creer lo que había visto y no me arriesgue
a contarle al mayordomo. Asentí con la cabeza y agradecí, y éste salió de la
habitación. Cuando me encontré sólo me levante de la cama, traía puesta la ropa
de dormir aún, entonces me di una ducha y me cambié, estaba arreglando mis
cosas pues pretendía asistir a clases, tal vez había perdido la primera pero
tenía varios grupos. Entonces algo llamó mi atención, había doblado mi ropa de
dormir y la había puesto sobre el diván que estaba frente a la cama, y pude
observar una pequeña mancha en el montón, lo distendí y descubrí que el
pantalón tenía una mancha que parecía sangre en todo el borde de abajo. Busqué
rápido los zapatos que traía la noche anterior y no pude encontrarlos por
ningún lado. Pensé en llamar al mayordomo pero decidí no hacerlo, algo no me
gustaba de esta situación ni de la actitud de éste.
Tenía aún
cerca de tres horas antes de tener que partir a mi segunda clase así que baje a
comer, la mesa ya estaba puesta y la comida servida, una vez más sin rastro de
ninguna o ningún cocinero. Comí en silencio y luego deambule un poco por el
vestíbulo y la biblioteca, que estaba en la planta baja, al fondo a la derecha,
revisé una vez más su amplio catálogo? Y luego decidí entrar al despacho? Lo
que nunca había hecho anteriormente. Me embargó un sentimiento de melancolía al
ver las cosas del profesor, todo estaba dispuesto como si él siguiera aún con
vida, incluso había tintero y plumilla sobre el escritorio, como si fuera a
llegar a ponerse a escribir. Llamó mi atención que no habpía una sóla
fotografía en toda la casa, me costaba imaginar a mi difunto anfitrión. A un lado
del escritorio había unos sillones grandes, tapizados en verde, no tan modernos
como la usanza de ese tiempo. Sobre ellos estaban dispuestas varias cajas de
cartón, unas sobre otras, me acerqué a ver lo que contenían, en general eran
libros y documentos, supongo que al no tener familia, todo lo que le pertenecía
fue enviado a su casa y no fue movido por nadie. Entre los muchos papeles que
había en las cajas estaba el acta de defunción, inmediatamente recordé lo que
los estudiantes comentaban el día anterior. Entre los papeles se leía la
descripción de las circunstancias del deceso. Efectivamente el hombre había
muerto, y se había encontrado su cuerpo, se mencionaban causas naturales. Murió
en el edificio Wilkins a medianoche, tal vez estaba arreglando algo relacionado
con sus clases. Seguí leyendo muy por encima el documento y todo parecía
completamente normal pero luego hubo algo que no entendí completamente.
“Cuerpo
incompleto”
Seguí
leyendo, ahora con más detenimiento, no se mostraban fotografías. El cuerpo fue
encontrado sin el rostro, fue desprendido y no sé llega a una conclusión de la
razón o el procedimiento usado. Sin embargo, se sabe que el profesor ya estaba
muerto cuando esto sucedió. Terminé de leer todo el documento y lo dejé donde
estaba. Habían pasado tres días desde mi llegada y habían sucedido demasiadas
cosas, recordé mi sueño, o lo acontecido la noche anterior y un escalofrío
recorrió mi columna. Sin pensarlo mucho subí a mi cuarto, no encontré al
mayordomo por ningún lado así que emprendí camino hacia aquella tenebrosa
habitación, cruce el pasillo y llegué al vestíbulo, pero no podía recordar que
camino había tomado, al azar entre por otro pasillo buscando el camino que me
llevara a las escaleras, pero lo que conseguí fue llegar a una habitación más
grande, era la habitación principal, al parecer no me habían dado a mi más que
una de huéspedes, estaba abierta así que entre, para entrar era necesario bajar
un par de escalones, era bastante amplia, casi el triple que la mía, tenía una
cama y una pequeña sala, y un cuarto que debía ser el baño y otro el vestidor.
Todo era bastante sombrío, un gran candelabro de cristal colgaba del techo pero
no estaba encendido. Recorrí la habitación con la mirada varias veces, estaba
completamente en silencio, un silencio ensordecedor, me acerqué a la cama y
hurgué entre los libros que había en el buró de al lado. Eran libros de ocultismo y magia, los hojee
varias veces y pude encontrar varias prácticas que yo ya conocía, me recordaron
a mi cercana juventud en la que me apasionaba por los temas esotéricos, incluso
llegué a escribir un compendio de simbología esotérica. Muchos de esos símbolos
estaban en esos libros, seguí hurgando hasta que lo vi, ahí estaba mi libro,
tenía yo apenas 19 años cuando lo publiqué, en español, la verdad desconocía el
alcance que tuvo, no mucha gente se interesa por libros de esa índole. Estaba
enfrascado en estos pensamientos y no sé cuánto tiempo duré a un costado de la
cama. Entonces escuché mi nombre, por un momento pensé que lo había imaginado,
pero volvió a suceder, era una voz de mujer y provenía de uno de los dos
cuartos que estaban al fondo. Dude un momento, no tenía nadie por qué estarme
llamando desde el baño de esa habitación, ni si quiera creo que yo debería
estar en esa habitación. Dejé los libros sobre el buró y sin dejar de voltear
hacia el lugar de donde provenía la voz me retire subiendo los des escalones y
cerrando la puerta tras de mí. ¿Quién me llamaba? ¿Por qué sabía mi nombre? Y
sobre todo ¿Qué hacía una mujer ahí? Regrese por donde vine y llegué a mi
habitación. Tenía miedo y desconfianza lo acepto y a pesar de que quería seguir
buscando aquella habitación soñada decidí que lo mejor era llegar a la
facultad.
Me fui en coche y al llegar di las clases que tenía previstas para ese día, se dieron las siete y ya era hora de volver. Pero decidí quedarme e inspeccionar, fui a la biblioteca y al edificio, busque indicios del antiguo profesor, tuve que hacerlo casi a hurtadillas, escondiéndome del director y de la vista de cualquier alumno. Acudí a su antigua oficina, aún desocupada, pero no quedaba ninguna señal de él. Regresé a la biblioteca y lo único que se me ocurrió buscar fue libros de ciencias ocultas, no se encontraba ninguno relacionado, o al menos yo no lo encontré. Ya era tarde y había muy poca gente en el edificio. Me quedé buscando, estantería tras estantería, algo que me pudiera decir más sobre aquel enigmático profesor, pero nada, ni si quiera sus publicaciones, como si nunca hubiera existido. Preso de la decepción me quedé quieto unos momentos, ya estaba cansado, entonces escuche como se aproximaba alguien hasta la estantería donde yo estaba, fije la mirada en el final del pasillo esperando ver a esa persona pero lo único que apareció fue un carrito de libros, de los que se usan para recolectarlos y reacomodarlos, no podía ver quién lo había empujado, sólo vi el carrito y mientras así me mantenía observándolo vi como cayeron los libros que contenía uno por uno hacia el piso. Cuando dejaron de caer me acerqué, tome el que estaba más próximo a mí y lo abrí así como había caído. Lo primero que vi fue una foto de una mujer Rosalind Holmes Beynon se leía al pie de la imagen. Blanca, de cabello largo y oscuro, con una mirada aguzada. La observé por unos instantes antes de seguir hojeando el libro, era sobre brujería, ella, al parecer, una bruja. Desconocía que se tuvieran este tipo de libros en la facultad, lo cerré y lo regresé al carrito. Estaba decidido a averiguar la relación entre todas estas situaciones, y lo más pronto posible dejar aquella casa. Tome el coche y pretendía descubrirlo, por la madrugada, a las tres.
Me fui en coche y al llegar di las clases que tenía previstas para ese día, se dieron las siete y ya era hora de volver. Pero decidí quedarme e inspeccionar, fui a la biblioteca y al edificio, busque indicios del antiguo profesor, tuve que hacerlo casi a hurtadillas, escondiéndome del director y de la vista de cualquier alumno. Acudí a su antigua oficina, aún desocupada, pero no quedaba ninguna señal de él. Regresé a la biblioteca y lo único que se me ocurrió buscar fue libros de ciencias ocultas, no se encontraba ninguno relacionado, o al menos yo no lo encontré. Ya era tarde y había muy poca gente en el edificio. Me quedé buscando, estantería tras estantería, algo que me pudiera decir más sobre aquel enigmático profesor, pero nada, ni si quiera sus publicaciones, como si nunca hubiera existido. Preso de la decepción me quedé quieto unos momentos, ya estaba cansado, entonces escuche como se aproximaba alguien hasta la estantería donde yo estaba, fije la mirada en el final del pasillo esperando ver a esa persona pero lo único que apareció fue un carrito de libros, de los que se usan para recolectarlos y reacomodarlos, no podía ver quién lo había empujado, sólo vi el carrito y mientras así me mantenía observándolo vi como cayeron los libros que contenía uno por uno hacia el piso. Cuando dejaron de caer me acerqué, tome el que estaba más próximo a mí y lo abrí así como había caído. Lo primero que vi fue una foto de una mujer Rosalind Holmes Beynon se leía al pie de la imagen. Blanca, de cabello largo y oscuro, con una mirada aguzada. La observé por unos instantes antes de seguir hojeando el libro, era sobre brujería, ella, al parecer, una bruja. Desconocía que se tuvieran este tipo de libros en la facultad, lo cerré y lo regresé al carrito. Estaba decidido a averiguar la relación entre todas estas situaciones, y lo más pronto posible dejar aquella casa. Tome el coche y pretendía descubrirlo, por la madrugada, a las tres.
Todo
sucedió con normalidad, tomé la cena, di las buenas noches al mayordomo y me
fui a mi cuarto, traté de dormir un poco pero no logré hacerlo. De pronto
faltaban ya solo cuarto para las tres de la madrugada y cuando se dio la hora
en punto me levanté, sin hacer mucho ruido, y tome una lámpara. Ésta noche no
era particular, ni truenos, ni lluvia, ni viento. Caminé por el primer pasillo,
luego por el segundo esperando haber acertado y sí, tomando el camino de la
izquierda llegué a las escaleras.
Subí
alumbrando mi camino con la lámpara y llegué a la puerta, estaba abierta así que
entré. De nuevo encontré las bolsas putrefactas, no pude contar cuantas eran, ahora
me dediqué a buscar en la estantería de la izquierda algún indicio de lo
sucedido en ese lugar y de aquella mujer. A pesar de mis intentos no lograba
leer con rapidez lo que decían aquellos manuscritos, al parecer se trataba de
una bitácora donde se detallaban rituales y hechizos, tal vez sacrificios. En
esto me encontraba cuando escuché un rechinido, la puerta se había cerrado, la
oscuridad me embargaba aún más, lo que hacía que la luz de mi lámpara se hiciera
más nítida. Ahora veía más claramente, pero no alcanzaba a ver más allá de lo
que estuviera inmediatamente próximo a mí. Algo rosó mi nuca y me dí la vuelta
con un movimiento brusco, esto hizo que la llama de mi lámpara menguara? Lo volví
a sentir. La oscuridad me absorbía, no podía pensar bien, comencé a manotear?
hacia enfrente buscando la puerta, no lograba dar con ella, sólo golpeaba las
bolsas que hacían un ruido muy desagradable al rechinar sus ganchos de fierro.
Estaba dando vueltas en círculos, sin poder encontrar la salida, probablemente
fue el miedo lo que me hizo comportarme tan torpemente. Pasaron sólo un par de
minutos cuando comencé a sentir su presencia, era una sensación de pesadez en
el aire, un olor húmedo, casi sofocante, no podía ver nada pero no me hacía
falta, sabía que estaba ahí, esperándome. Alcé la lámpara y pude ver, de reojo,
su horrible rostro, mirándome fijamente, burlonamente. No pude moverme, así me
quedé por varios segundos y cómo me resultó insoportable tal avistamiento
apagué la lámpara, sin voltear, sin si quiera pestañear. Entonces en medio de
la oscuridad sentí el contacto de una mano fría, y pesada sobre mi brazo, se
aproximaba hacía mí, temí lo peor, lo inminente, y como un milagro del cielo de
pronto escuché aquel silbido del viento un poco a mi izquierda, brinque de un
salto y me estampé con la puerta, la abrí y de un solo movimiento ya había casi
descendido. Corrí sin mirar atrás, aun sintiendo esos pesados dedos apretar mi
brazo, corrí pasillo tras pasillo, perdido, regresando a donde mismo hasta
encontrar la escalera, corrí por la puerta y por la arboleda, que nunca antes
había explorado, y cuando apenas empezaba a salir el sol? Llegué a la
universidad, esperé un coche y me fui a la estación, luego en barco y en tren a
mi España natal, sin voltear atrás, sin pensar ni tratar de comprender, pero
con esa fría sensación encajada en mi brazo que aún hoy, casi 40 años después,
no he podido olvidar.