Ejercicio II
Mi autobiografía
AUTOBIOGRAFÍA
Mi vida desde mis primeras
aproximaciones al arte hasta mi adultez como estudiante de Artes Visuales.
Por María Fernanda Molina Aguilera
Me llamo María, es un nombre
bastante común y a la vez no tanto, no siempre me han llamado María, de hecho
casi nunca, antes lo hacían para hacerme enojar, no sé por qué pensaban que me
molestaba cuando lo hacía. Suelen decirme Fer, o Ferny como me llamaba mi mamá,
nací en esta ciudad, Cd. Juárez, el ocho de abril del año 1995, la única de la
familia originaria de aquí, pues todos son de Chihuahua. No tengo mucha memoria
de mi infancia, pero me esforzare en contarla. La mayoría de las cosas que me
pasaron no me importan ahora, no creo que sea necesario recordar, pero es
pertinente. Puedo mencionar el kínder, yo lloraba en el kínder, no me gustaba
estar lejos de mi mamá, creo que por mucho tiempo tuve ese terrible mal que se
conoce como mamitis, apenas hace unos años empecé a sanar, en fin, no me
gustaba estar lejos de casa, rodeada de extraños, pues amigos siempre han sido
pocos. Lloraba y mi madre tenía que ir al kínder para que me calmara, las
maestras se enojaban, tal vez por eso nunca me ha agradado mucho ir a la
escuela, al menos en ese aspecto pues si me gusta mucho aprender cosas nuevas. Para ser sincera, tampoco me sentía muy a
gusto en casa. Tengo dos hermanos mayores, uno un año mayor el otro como
cuatro, siempre he estado al margen de lo que ellos quieran, ellos decidían y a
mí siempre me ha tocado obedecer. Cuando éramos todos aún muy pequeños,
vivíamos en otro fraccionamiento, sólo he vivido en dos lugares en mi vida, el
primero era un departamento no muy grande ni muy bonito, de un piso, lo bonito
era un parque que estaba al lado, que tenía como un canal de agua, siempre seco,
por donde me gustaba caminar, casi siempre sola y no con mis hermanos pues a
ellos les gustaba mucho gastarme bromas y nunca me acople mucho con eso, pues
sentía que al ser dos contra uno era injusto, con el tiempo sus bromas se
fueron haciendo menos inocentes y más hirientes, yo mejor me aleje. Así son los hermanos, más
si son hombres. Nunca me juntaba con hombres cuando era niña, tenía más bien
amigas, los niños me daban miedo, tal vez fue un trauma por aquel niño que nos
aventaba piedras en el kínder. En fin, pasaba mucho tiempo sola, no que eso
fuera necesariamente malo, me gustaba así, lo que más recuerdo que hacía era
colorear libros de dibujos infantiles, siempre procurando no salirme de la
raya, desde entonces creo que ya era perfeccionista. Tenía libros de dinosaurios
y de animalitos, me gustaban más que las princesas, también me gustaba hacer
dibujos para mí mamá, le hacía muchas cartas, y trataba de poner creatividad en
ello, le hacía como una especie de collages con varios materiales, como
pedacitos de tela o de madera, trataba de que se viera bonito, mi madre siempre
pegaba todo lo que le hacía en el refrigerador, o lo guardaba en el buró de su
cuarto, creo que aún tiene muchas cosas que yo le hice, y la verdad es que sigo
haciéndolo, cuando cumple años yo le envuelvo los regalos personalmente, a
veces agrego dibujos a la envoltura, o flores, creo que siempre he sido
detallista, una vez le hice una muñeca, por ejemplo. No sé cómo me empecé a
interesar por esas cosas, tal vez por los programas de manualidades que veía, o
tal vez porque me gustaba ver a mi madre feliz y cuando le hacía cosas bonitas
siempre se ponía feliz.
No creo que haya nada muy particular de
ese tiempo que deba mencionar, no me vienen muchas imágenes a la mente, sólo
una navidad, fue mi tía, me regaló un oso enorme blanco, es de lo poco que
recuerdo, casi como si lo hubiera visto y no vivido. No sé cómo era yo antes,
mis tíos dicen que era muy alegre, que hablaba mucho y que reía de todo, no lo
recuerdo, no recuerdo que pensaba, no creo que tuviera mucha conciencia de ser
yo misma en ese entonces, y cuando se empezó a conformar esa conciencia cambié,
fue en la primaria, tal vez fue que me empecé a hacer muy tímida, me daba miedo
llamar la atención, supongo que fue porque nunca he sabido bien como
sobrellevar las burlas y en esa etapa los niños y niñas suelen ser muy
burlones.
Mi primaria era católica, me gustaba
eso, creo que me gustaba más de lo que me gusta ahora. No fue tan estricto como
suena, de hecho no lo era, había mucha rebeldía en ese lugar, cosas que una no
se espera escuchar en ambientes católicos. La escuela era bonita, diferente,
era muy grande. Yo entré desde kínder, me gustaba caminar por sus pasillos, me
gustaba el color de las losetas del piso, blanco con azul y de textura rugosa,
también me agradaba pasar de la entrada a la dirección y luego a la escuela,
era como un atajo y no siempre estaba permitido hacer eso, sólo en ocasiones
especiales. El kínder no tuvo nada de espectacular, tampoco la primaria.
Recuerdo cosas muy banales, como que siempre nos formábamos para hacer los
honores, cómo siempre la primera clase era catecismo, cómo yo estaba regularmente
en el cuadro de honor, y cómo siempre lo que más me gustaba de ir a la escuela
era regresar a casa. Siempre a la salida me iba al estacionamiento a esperar a
mi madre, aunque mis hermanos también estaban ahí procuraba mantenerme alejada
de ellos, así que esperaba sola, recogiendo los gusanitos de hierba que tiraban
los árboles y que se acumulaban en las banquetas y cerca de las banquitas que
había. Esperaba a mi madre, ella llegaba por mí y ya en la casa no hacía mucho,
no tenía un hobby en específico, supongo que sólo hacía mis deberes, por un
tiempo fui a natación, sin aprender muy bien a nadar, también a ballet, a
voleibol, nunca a pintura ni a canto, nada de eso. En mi infancia era más bien
muy aplicada en la escuela, me interesaba por aprender cosas nuevas, leía
muchos cuentos, sobre todo cuentos de terror, trataba de ser más culta pero
nunca, a pesar de todos mis esfuerzos, nunca logré estar al nivel de mis
hermanos, ellos sabían todo de todo, eran inteligentes y aparte sociables y
nada de lo que yo dijera era de verdad relevante cuando estaba al lado de
ellos, así que me dediqué a esforzarme mucho en la escuela para que al menos
mis calificaciones denotaran conocimiento a pesar de que ellos aseguraban que
no lo tenía. En fin, no creo que en ese momento tuviera una idea
si quiera cercana de lo que era el arte o hacer arte, lo más parecido a arte que llegué a hacer fue
una vez que dibujé un tiburón para la clase de ciencias naturales y me quedó
muy bonito, nadie me creyó que lo había hecho yo sola. Otra cosa que tal vez se
relaciona con lo que actualmente me gusta era que disfrutaba mucho viendo
revistas, mi madre tenía el afán de comprar la de Vanidades, la compraba cada
mes y en ella venía información sobre artistas de todo tipo, también artículos
a veces relacionados con el arte, por ejemplo llegué a leer uno de Picasso. Esa
revista era principalmente de moda y ese fue el primer verdadero interés que yo
mostré. Creo que cursaba como quinto o sexto de primaria cuando, estaba
convencida de que yo sería diseñadora de modas, pero aun en ese entonces, y
quien sabe por qué, solía decir que aunque era mi sueño sabía que no se
cumpliría pues en mi ciudad esas cosas no se daban ni se iban a dar. Creo que
desde entonces ya manifestaba mucho pesimismo, así que olvidé fácilmente la
idea de convertirme en diseñadora, pero no por eso deje de diseñar y dibujar.
A pesar de que mis intereses eran
artísticos nunca destaqué en eso por esas fechas, nunca canté ni bailé ni
expuse nada en la primaria, aunque si soñaba con hacerlo, soñaba y soñaba con
que algún día alguien me descubriría, alguien descubriría ese poco talento que la
verdad no me esforcé demasiado en cultivar, pues era más divertido imaginarlo
que ponerse a trabajar y esforzarse en lograr algo. Así que puedo decir que en
toda la primaria no se desarrolló en mí un ser creativo, pero luego pasé a la
secundaria. La secundaria estuvo llena de bullying y algunas decepciones, pero
también de mucha inspiración. Recuerdo que una de las cosas que más me gustaba
hacer durante la secundaria era quedarme a observar por la ventana a todos los
de la prepa que estaba justo al lado, ellos salían antes que yo, y pasaban como
desfilando con sus cabellos largos, permitidos sólo en los mayores, y uno y que
otro con su guitarra o bajo. Me gustaba mucho mirar a los de prepa, creo que
hicieron que se formara en mi la idea de la gente “cool”, miraba sobre todo a
uno en específico, el innombrable, ese primer amor que te quita el sueño pero
nomás eso, pues nunca tuve el valor de acercarme tan si quiera a mirar el color
de sus ojos, aparte de que siempre usaba lentes oscuros, incluso en la noche,
creo que eran parte de su estilo de “rockstar”. Creo que fue en ese entonces
cuando entre también a clases de pintura, obligatorias en mi escuela, que por
cierto reprobé, la única materia que he reprobado en mi vida, y también estaba
en clases de batería aunque nunca tuve una. Seguía dibujando ropa, aunque ahora
decía que me iba a dedicar a la psicología. También paso por mi mente alguna
vez el ser escritora, mi padre me apoyaba en eso, hubo unas vacaciones en que
leí como siete novelas, pero como nunca he sido muy constante, paso poco tiempo
para que dejara de hacerlo, un poco desanimada por los comentarios de mis
hermanos de que la literatura era una pérdida de tiempo. A veces es difícil
continuar con lo que a uno le gusta cuando es criticado y siento que muchas
veces me aleje de las cosas que me interesaban por temor al qué dirán. En fin
la secundaria estuvo bien, me gustó, aunque no fue mi etapa preferida, no tenía
tantas amigas y menos amigos, me hubiera gustado estar en una secundaria
pública, con más gente por eso fue bueno que en la preparatoria me cambiara a
el Chamizal, esa prepa si estaba llena de gente, y yo entré sin conocer a
nadie, como aún tenía la costumbre de aislarme no hice amigos muy fácil, no
tenía dificultades para entablar conversaciones, pero tampoco me apetecía mucho
hacerlo. El primer día de clases me senté por ahí en una banca a dibujar, un
chico se me acercó y me preguntó que qué dibujaba, le enseñé lo que estaba
haciendo, creo que era un diseño de un vestido, él se mostró muy amable, me
dijo que también le agradaba dibujar y que en la escuela había un grupo de
dibujo que se reunía el fin de semana, era un grupo y no una clase, ya que no
tenían maestro, sólo eran ellos unidos por el deseo de ser mejores en el dibujo
y a la vez pasarla bien, pues la mayoría de los que iban eran amigos. Me decidí
a ir a esas clases, ahí terminé conociendo a las que ahora son mis mejores
amigas. En mi adolescencia creo que siempre simpaticé con gente igual de
peculiar que yo, si se le puede llamar así, y en el caos que puede llegar a ser
la preparatoria para alguien tan sensible, encontré mi tranquilidad y mi
felicidad con mis mejores amigas, nos entendíamos como creo que nadie más lo
hacía. Eso fue bonito de la prepa, y las clases de dibujo se convirtieron en mi
“día social”, esa era mi fiesta loca, ir con mis amigas a platicar de arte y
cosas raras. Y de chicos, también de chicos.
Cuando entré a la preparatoria seguía
siendo igual de aplicada en la escuela, ahora leía muchas enciclopedias y fue
entonces cuando empecé a leer de historia del arte, en ese entonces mi idea
sobre el arte era muy radical, había adoptado la creencia de que el artista
siempre sufría, que era inminente tener una vida trágica, incluso empecé a
desear tener una vida trágica porque admiraba demasiado a los grandes maestros
del arte, que casi generalmente tuvieron vidas llenas de drama. Soñaba
despierta con que algún día tendría mi estudio, y que pasaría mis tardes en un
café intelectual conversando con gente culta, escritores, poetas y pintores,
ese fue mi sueño durante mucho tiempo, aún ahora a veces lo deseo. Así fue nació
en mí un verdadero interés por el arte, creo que mis padres maldicen el día en
que decidí que el arte era lo mío. Así como nunca pude lograr hacer otras
cosas, lo artístico si me gustaba y ahora sólo quería hacer eso. Mi primer
acercamiento con el arte fue gracias a Vincent Van Gogh, empecé a leer de su
vida y su obra, me impresionaba como una persona podía ser tan maravillosa y
sufrir tanto a la vez, me dolía ver su arte, pero me gustaba aprender de él, e
inspirarme con su trabajo. Poco tiempo pasó para que me decidiera a empezar a
pintar y también, entré a clases de pintura en la Academia Municipal de las
Artes, ya antes había experimentado con pasteles y carboncillo, gracias a lo
que aprendí en la secundaria. Las clases me gustaron aunque no logré mucho, ahí
me dijeron que había otra escuela, que era una carrera técnica, el Centro
Municipal de las Artes y después de un semestre me fui de la academia para
entrar al CMA. A partir de este momento creo que mi vida cambió completamente,
todo cambió, mi rutina diaria, con mi familia y con amigos, mi forma de ser,
mis gustos, mis miedos, todo. Creo que fue en cierta forma perjudicial porque
fue como si hubiera pasado del encierro y la comodidad que era estar en mi casa
siempre, sin ninguna obligación más que sacar buenas calificaciones, a estar
fuera de casa todo el día con el deseo de ser buena en lo que estaba haciendo,
con miles de proyectos de todos los tipos y sobre todo conociendo gente nueva,
artistas, músicos, actores, empecé a salir a fiestas, incluso expuse una vez en
una fiesta de un colectivo. Me corte el cabello muy corto y comencé a vestirme
diferente también, no sabía exactamente como ser o que decir, siempre me
encontraba rodeada de mis inseguridades pero eso no me detenía, la gente igual
hablará mal, hagas lo que hagas. Yo era como era, y no era la mejor, y ahora
estoy cambiando mucho de lo que ya no me gusta, pues lo necesito. Estar en el
CMA no fue sólo estudiar arte, fue conocer cosas de mí que no conocí, aprendí
mucho y empecé un camino que me ha llevado hasta donde estoy ahora, aunque no duré
más que un semestre, porque tenía que entrar a una Licenciatura, mi plan era estudiar
Arquitectura y por las tardes ir al CMA, mi padre no me dejó, yo lloré. Creo
que por eso Arquitectura no funcionó desde el principio, no quería hacer sólo eso, necesitaba también
las artes y necesitaba ese ambiente que me había hecho sentir integrada, como
nunca antes me había sentido. Entré a
esa escuela cuando aún estaba en la prepa, tenía 17 años, cumplí ahí los 18, lo
recuerdo porque una amiga me llevó un pastel ese día pero yo falté y me lo
dieron después, el maestro permitió que me festejaran en la hora de clase y
bailamos en el salón, ese tipo de cosas sólo se pueden hacer en una escuela de
arte. Fue en ese tiempo cuando empecé también a salir a bares, iba con una
amiga que conocía a mucha gente, entonces cuando salíamos siempre terminábamos
con personas diferentes, a veces yo terminaba sola, o bailando en la pista con
desconocidos. Me gustaba mucho salir, creo que fue una de las etapas más
bonitas de mi vida, empecé a tener más amigos, no muchos pero algunos. Ya no
era yo la niña tímida y rara que se quedaba siempre al fondo del salón, fue una
de esas etapas en las que te importa poco lo que digan los demás, no creo que
en ese momento me percatara de ello, pero ahora al mirar atrás admiro que tuve
el valor de hacer muchas cosas que la gente me decía que no podría.
De esos años, lo que más me gusta
recordar fueron las vacaciones que tuve cuando salí de la preparatoria, me fui
a Chihuahua con mi madre como por un mes, íbamos solo ella y yo y nos quedamos
con mi abuelita, era la temporada de lluvias así que estaba siempre nublado,
lloviendo y tronando, todo se veía muy verde. Casi todas las mañanas, después
de desayunar, me iba con mi madre a recorrer la ciudad, íbamos a museos, a
parques, a centros comerciales, después pasábamos tiempo con mi abuelita, mi
tío y mi prima, también veíamos películas en la casa y en las noches íbamos a
cenar o por un cafecito o una nieve. Me había llevado muchas cosas para
dibujar, una mochila con cuadernos, carboncillos, y otras cosas, además de mi
cuaderno de dibujo de piel que cargo a todos lados. A veces me sentaba en la
banquita que estaba en la cochera a pintar o leer, porque también había llevado
libros de arte, revistas y una novela. Me quedaba afuera por horas entre las
plantas de mi abuelita sintiendo el aire fresco o la brisa. Nunca voy a olvidar
ese mes, en el que no tenía que hacer nada más que disfrutar los días y
dibujar, dibujé a mi abuelita, a mi prima y a mi tío, también a mi mamá
cociendo en una mecedora, todo era demasiado acogedor, no quería regresar a
Juárez, a mi vida y a la inseguridad y la indecisión que me esperaban. Ese mes
pasó muy rápido y volví para entrar a la Universidad. Aquellos primeros días
fueron algo frustrantes, recordándolo me doy cuenta de cómo todo ha cambiado
tanto y a la vez tan poco. Entré también sin conocer a nadie, las primeras
clases no me gustaron, los maestros siempre tratan de asustarte los primeros
días, como si no se viviera ya demasiada incertidumbre. Aguanté bien el primer
semestre, hasta logre que me dieran una beca de excelencia, y no fue fácil,
porque desde el momento que entré supe que eso no era para mí. Lo bueno de
haber entrado a Arquitectura fue la gente que conocí ahí, aún los considero
amigos y los quiero, de verdad que al menos en eso fui afortunada, al entrar al
segundo semestre agarré pocas materias, incluyendo optativas, llevaba la clase
de Fotografía con un maestro que ya conocía, creo que esa era la única materia en
la que de verdad me esforcé, podía no dormir y no comer haciendo tarea de Fotografía,
compré mi primera cámara y de verdad me gustó, creo que me ayudo a ser más
creativa. Me inspiraba para tomar fotos viendo películas de cine de arte, sobre
todo las que estuvieran en blanco y negro, como las de Ingmar Bergman, mi
ídolo, buscaba lograr en mis fotos la melancolía y el drama que él podía lograr
en cada escena de sus películas. Me la estaba pasando muy bien en esa clase,
estaba cultivando mi creatividad, pero no todo fue bonito en ese semestre. El
cine de arte puede llegar a ser muy crudo y trágico, normalmente toca temas
relacionados con la sensibilidad, los sentimientos y las emociones fuertes, y
muchas veces también habla de muerte. No debí haberme metido tanto en eso,
porque después no me sería fácil desprenderme de ese drama.
Una amiga muy importante para mí la
conocí también en ese tiempo, era mi vecina pero nunca nos hablamos hasta que
nuestras madres se empezaron a hacer amigas, y no nos quedó de otra que
conocernos. Ella tenía un nombre muy bonito y era muy amable, era demasiado
buena niña, no hacía nada malo, nada que mortificara a su madre, no salía de
noche a la calle como yo, no se iba a ningún lado sin avisar como yo, y creo
que por lo mismo nunca fuimos demasiado unidas, pero sí buenas amigas. Gracias
a ella también empecé a salir más, tal vez demasiado, íbamos al cine varias
veces entre semana, íbamos tanto que conocíamos a los que trabajaban ahí, y
después ella empezó a trabajar ahí. Era un año mayor que yo solamente pero
siempre pensaban que yo era mayor, a veces también pensaban que éramos hermanas
pues solíamos andar juntas regularmente. Fueron tiempos bonitos, los agradezco
pero yo nunca fui la mejor amiga, antes solía ser un poco voluble y cuando algo
no salía a mi gusto me molestaba fácilmente, he dejado ya eso atrás, junto con
otras cosas, por una valiosa razón que quiero explicar, pues nunca he hablado
de ello a nadie abiertamente. Mi amiga falleció un día, y nunca supe
exactamente por qué, nadie me dio una explicación, no sé si alguien sabía o si
había una, después de un tiempo me di cuenta de que no importaba mucho la
razón, sólo sucedió, son cosas que pasan. Fue algo que me impactó fuertemente,
no puedo mentir, tal vez no éramos tan unidas, tal vez nunca la consideré una
mejor amiga, tal vez no lo permití y se pudo haber dado, lo único que sé es que
me arrepiento por todas las veces que la trate mal y por ese motivo es que
ahora soy diferente, ahora quiero ser más como era ella, feliz, segura,
comprensiva, era una buena amiga que yo no supe apreciar, era alguien que
disfrutaba la vida, mientras yo me quejaba de cosas sin importancia y sufría
por nimiedades. Su muerte cambió muchas cosas, la forma misma en que yo vivía, no fue sólo su muerte, sino la
idea de la muerte y de como nadie sabe cuándo se va a ir. Me hizo darme cuenta
de lo que estaba haciendo, y de cómo estaba siendo para con mi familia, mis
amigos y conmigo misma. Esto sucedió mientras yo estaba en Arquitectura,
recuerdo bien haber ido a clases el día siguiente de su muerte y no haberle
dicho nada a nadie, porque no era mi asunto, no podía apropiarme del dolor que
debían estar sintiendo sus familiares, me sentía mal porque no sabía cómo debía
sentirme, fue muy confuso y sólo dejé que pasara. Creo que también fue esa una
de las razones que terminaron por mermar mis estudios en Arquitectura, pensaba
continuamente en por qué estar haciendo algo que no me gustaba si al día
siguiente podría irme de este mundo, me parecía una pérdida de tiempo y de esfuerzo.
Duré un año en Arquitectura, hasta que
me fastidié, el primer día de mi tercer semestre fui a dar de baja mi carrera y
sin decir nada a nadie me fui al CMA, a inscribirme. Sin embargo, las cosas no
son como uno las imagina o las desea, mi regreso a la carrera de Artes Plásticas
no fue lo que esperaba, no por los maestros ni por las materias, sino porque yo
ya no era la misma de antes, no sé si fue el tiempo que estuve en Arquitectura
y dejé de dibujar, o tal vez maduré, no lo sé, algo pasó que sentí como si eso
ya no fuera lo mío, y más que nada, lo que más me dolía era que nadie apoyaba
mi decisión, antes lo habían tomado como un hobby, como si fuera sólo una etapa,
pero ahora me había decidido a estudiar arte y eso nadie lo entendían. La gente
se imagina muchas cosas cuando les hablas de arte, por ejemplo mi tío, el creyó
que yo quería ser artista, de las que salen en el canal 5 o en las novelas,
pensó que tal vez me llamaba la atención el espectáculo, me dijo que mejor me
decidiera por otra cosa. Mis hermanos, por otro lado, nunca han creído que sea
una carrera ni un trabajo, creen que es inútil, yo creo que es inútil tratar de
hacerlos entender y aceptar lo que yo quiero. Bueno sin irme mucho por la
tangente, cuando regresé al CMA las cosas ya no eran iguales, terminé ese
semestre y aunque quería entrar al siguiente mis padres no me lo permitieron, y
cuando no se tiene dinero, ni trabajo ni independencia se tienen que seguir las
reglas de casa. Me resigné a que esperaría un semestre más para entrar a la
Licenciatura de Artes Visuales. Ya tenía 20 años, ya era una adulta, ya soy una
adulta, ya no es un sueño sino una realidad, dedicarme al arte, en alguna de
sus ramas o sus aplicaciones, arte de algún tipo o a hablar de arte, o a
escribir libros o revistas o lo que sea, aportar algo a esto que me gusta, que
para mí es lo único, es como ninguna otra cosa en el mundo. Ese semestre que me
quedé sin estudiar pensé que sería terrible, pero no lo fue, podría decirse que
lo tomé para reencontrar todas aquellas cosas que había perdido de mi misma,
para retomar mi sueño y mis ideas, mis gustos, mis habilidades y también,
porque no, para alejarme de todas esas personas tóxicas que me afectaron, ya
sea por sus palabras o sus acciones, gente que me hizo desviarme de mi camino.
Me dediqué a leer y dibujar, aprendí un poco a pintar, incluso aprendí a
manejar, creo que necesitaba de ese tiempo, a solas conmigo, para centrarme y
equilibrarme. Creo que pasar de la adolescencia a la adultez no es fácil, y yo
di un brinco muy apresurado sin darme cuenta de que no todas las decisiones que
estaba tomando eran las mejores para mí, por mucho tiempo me acostumbre a
seguir órdenes, a hacer lo que me dijeran, pero eso ya no es viable, y menos en
la vida que yo quiero llevar. En la vida que tengo planeada para mí misma no
cabe el miedo, ni la indecisión ni la inseguridad, no puedo ser como era antes,
ya no soy como era antes, ahora vivo por mí y para mí y próximamente para el
arte, intentando hacer una fusión de todo lo que soy con lo que quiero crear y
comunicar.
No creo que todas las etapas de mi vida
han sido determinantes para conformar lo que soy, hay muchas cosas que a mi
parecer, son sólo basura, no sirve guardarlas ni recordarlas, no porque sean
malas, sino porque son innecesarias. Mi vida va a ser como yo quiera que sea
porque yo le doy el enfoque que le da sentido y hasta ahora más que tragedias
creo que he tenido muchas oportunidades y aprendizajes. Ahora que veo hacía atrás
estoy satisfecha con lo que soy y en lo que me he convertido, y creo que es
momento de aterrizar, dejar de soñar y empezar a crear, establecer mis
objetivos y nunca perder la visión de lo que quiero ni mucho menos la fe en mi
misma.
17/08/15
Taller
de Análisis y Creación I