Taller de Análisis y Creación I
María F.
Era finales de noviembre, y como era de esperarse, todo estaba cubierto de una blanca y cruda nieve que hacia imposible disfrutar la belleza de la ciudad. Helena estaba sentada en las escaleras que dan hacia la calle, como hacia siempre al regresar del trabajo, contemplando el caos que se genera a esa hora del día, sin importar el clima o el día, siempre igual. Miraba las hileras de carros enmarañados, esa jungla de concreto y de rascacielos, tan hermosos como toscos. Contemplaba a la gente, cada quién con un una carrera interminable y la mirada perdida. Esta actual cultura de "usa y tira", de superficialidad y desinterés por los pequeños detalles cotidianos, que a su parecer, eran los más importantes.
—Lo chingón
del mochilazo: aprender a vivir, todo puede pasar, la bandita, conocer, sufrirla— dijo para sí.
Lo que inició como una aventura terminó en un lapso indefinido de tiempo lejos de casa, rodeada permanentemente de extraños, extraños conocidos desde hace mas de 3 años, ya tan lejos de casa.
Lo que inició como una aventura terminó en un lapso indefinido de tiempo lejos de casa, rodeada permanentemente de extraños, extraños conocidos desde hace mas de 3 años, ya tan lejos de casa.
-Tan
desconectados de ustedes.
Se levantó
de donde estaba, ya casi empezaba a oscurecer, tenía que volver adentro y
recoger el desastre de su habitación, alimentar a los gatos y disponerlo todo
para el día siguiente.
-Las
malditas rutinas—pensó
Hizo lo pertinente,
escribió un poco, y finalmente se preparaba para dormir cuando escuchó un
golpeteo en la puerta.
Se dirigió
hacia ella, un poco extrañada pues ya era pasada la 1 de la madrugada, y sin
vacilar mucho abrió, sabía de lo que se trataba.
—Hola bonita.
Apenas y se
dibujaba la silueta de la figura que estaba parada frente a ella, la verdosa
luz del corredor no alcanzaba a alumbrar sus hermosas facciones. ¿Cuántas veces las había visto y admirado? ¿cuántas veces las había dibujado en su mente? ¿cuándo dejaría de hacerlo? Entro como si
fuera su casa y se aplastó en el sofá. Ya habían pasado algunos meses desde la última vez que se había dignado a aparecer por ahí, pero su compañía nunca le había desagradado, a pesar de todo, siempre haría un espacio para él.
El joven en cuestión se detuvo a mirar el desorden de las hojas que estaban sobre la mesa, sus libros amontonados, la colección de periódicos nacionales e internacionales que yacían en un rincón, los cuadros al óleo a medio terminar que desprendían ese olor característico y finalmente los frascos con plantitas que ella guardaba para ir añadiendo a su herbario. Todas las cosas que se encontraban en su apartamento tenían su sello distintivo, el deseo de conocer más y cada vez más sobre éste hermoso mundo en que vivimos. Cosa que él siempre había admirado de ella, y que para ella se iba convirtiendo poco a poco en una obsesión, una búsqueda incansable por no olvidar lo aprendido, lo vivido.
—Amo todo lo que haces menos cuando eres mala conmigo.
—Cuando soy mala
contigo?
—Siempre.
Ese argumento retumbaba en sus oídos por su ironía, ¿quién había sido el verdadero culpable, años atrás, de tan desafortunado desenlace?, motivo de su huida a una nueva ciudad, o al menos el motivo de mayor fuerza en ese momento.
Apenas y charlaron, cada quien de sus planes para el día siguiente, de lo que habían hecho con sus vidas en todo ese tiempo, él de Clara, y del mucho y mutuo amor que se profesaban, ella escuchando con paciencia, como había aprendido desde hace mucho tiempo. Bebieron y charlaron por no más de una hora, apenas de cosas importantes, más bien por pretexto para verse las caras, como hacían seguido, inconscientemente. Momentos después él ya estaba despidiéndose, se dirigió a la puerta por la cual había entrado y la abrió, del pasillo ya no provenía ni un sólo ruido, ya pasaban de las 2 de la mañana. Ella le preguntó por el verdadero motivo de su visita:
—Porque unas cervezas con los amigos son como las flores entre los
enamorados—Dijo él únicamente, ella sonrió.
—Me dio gustó volverte a ver éxito en todos tus planes.
Se despidieron y casi inmediatamente, se metió a la cama, repasando todas las tareas de ese día, no había olvidado nada, los gatos no habían ido a cenar pero de seguro los vería al siguiente día. Pronto se durmió.
Esa noche soñó profundamente, lo soñó todo, casi como si hubiera muerto y su vida pasara rápidamente frente a sus ojos. Vio su antigua casa, se vio saliendo de ella y caminando hacia la plaza para encontrarse con Julián, Vio la insistencia de Pablo, se vio llorando con su mejor amiga, Sara, a la cual no había visto en mucho tiempo, y a la que extrañaba demasiado. Vio también la confusión de sus padres ante su última y abrupta decisión de dejar el colegio e irse a vivir lejos, con su tía Dina, y luego esa última decepción, que sería la culminación de ese año tan desventurado. Al último recordó las palabras de Julián, las pronunciadas aquella noche de octubre y que nunca había podido olvidar.
Así transcurrió toda la tarde en el trabajo, salió tranquila de ese octavo piso en el que trabajaba y se dirigió al caos de la ciudad, hacia el metro, lo tomó y se bajo en la calle 27, justo donde pasaba a comprar su cena en una panadería que le quedaba camino a casa, sólo a unas cuantas cuadras más adelante. Iba ya a la mitad del camino cuando recibió una llamada, inmediatamente pensó en Laura, pero la lada del número ni si quiera era de Nueva York, un poco extrañada,s e aventuró a contestar, era una voz de mujer, quiso reconocerla pero no lo logró al instante, hasta que la mujer se presentó, era Sara. Helena casi llora de la emoción, pero recuperó la compostura y contuvo las lágrimas. ¿Por qué llamaba Sara? ¿Por qué justo ahora?
Esa noche soñó profundamente, lo soñó todo, casi como si hubiera muerto y su vida pasara rápidamente frente a sus ojos. Vio su antigua casa, se vio saliendo de ella y caminando hacia la plaza para encontrarse con Julián, Vio la insistencia de Pablo, se vio llorando con su mejor amiga, Sara, a la cual no había visto en mucho tiempo, y a la que extrañaba demasiado. Vio también la confusión de sus padres ante su última y abrupta decisión de dejar el colegio e irse a vivir lejos, con su tía Dina, y luego esa última decepción, que sería la culminación de ese año tan desventurado. Al último recordó las palabras de Julián, las pronunciadas aquella noche de octubre y que nunca había podido olvidar.
—La novia de
un amigo nunca es linda o fea. No es nada… No se mira, no se le tira la onda,
ni se comenta. Es sólo la novia de tu carnal y fin.
Se despertó de un brinco, ya era tarde. Sintió como si hubiera despertado después de 2 años, el tiempo que tardó en reponerse de lo que había sucedido. Se lavó la cara y se propuso concentrarse en las cosas que tenía para ese día. Se vistió rápidamente y salió de la casa como huyendo. Iba a reunirse con Laura. Laura era su antigua roomie, no llevaban mucho tiempo de conocerse pero tenían gustos en común y se entendían. A ella no contaba nada sobre su vida, no le tenía esa confianza, pero esa mañana no pudo evitar el preguntar:
—¿Dos personas de naturalezas distintas están destinadas a terminar
juntas?
—Ojalá la vida fuera tan fácil, contestó Laura, y tenía razón.—Es mejor dejar que las cosas fluyan solas— continuó, y no se dijo más al respecto, no se habían reunido para descargar sus respectivos problemas sino para planear su siguiente viaje. Ese era el motivo de su encuentro y de su amistad en general, Laura viajaba por gusto, Helena también pero no sólo por eso. Intentaba viajar cada que podía a un lugar diferente, a veces por semanas o hasta meses, planeaba cada vez cosas más grandes, a lugares más recónditos e incluso olvidados. Viajaba para olvidar y para recordar, olvidar el pasado doloroso y recordar formas, colores, sabores, conocerlo todo antes de que su vista terminara por apagarse. Sí, Helena estaba perdiendo la vista, y no había mucho que pudiera hacerse al respecto mas que resignarse. Y se resignaba al hecho de no volver a ver las cosas que más amaba, la naturaleza, el cielo, el arte, a sus gatos, a ella misma, podría dejar todo eso, podría dejar de ver a su madre, la había pintado ya tantas veces que recordaba cada arruga y cada peca en su rostro. Podía dejar de ver a Pablo, con el sonido de su voz bastaba para cautivarla, incluso sería mejor no tener que verlo, para no volver a enamorarse de sus ojos. Pero había algo que no podía soportar, algo que había callado ya por tanto tiempo que había empezado a dudar de su veracidad, pero que sabía que era cierto, pues un dolor proveniente de lo más profundo de su alma se lo recordaba todos los días. Y que no podía revelar a nadie
—Cada día sana un poquito más esa herida que gotea y gotea tristeza. Y
tal vez no es que sane, sino que se resigna, escribió Helena en su cuaderno de notas, ese que traía siempre consigo, donde lo registraba todo. Ya se había despedido de Laura y se hallaba de camino al trabajo, Al menos tendría unas horas de paz pues de verdad lograba dispersarse cuando estaba en su trabajo, olvidaría la visita de la noche anterior, volvería a sus objetivos, olvidaría lo que sentía y recordaría lo que pensaba, cambiaría lo que era por lo que quería ser, como ya había hecho antes.
—Donde andas wey? Lo último que supe es que te fuiste a no se dónde ? Regresa a Juárez !—Fue lo primero que dijo Sara. Estaba maniobrando con su teléfono y la bolsa de pan caliente para sacar sus llaves, se aproximaba al edifició, estaba ya a la vuelta de la esquina. Dobló al llegar a la calle 32, todo ésto mientras escuchaba a Sara hablar sobre algo que no alcanzaba a entender completamente, era casi increíble, sintió que aún soñaba, dos personas de esa etapa que ya había dejado atrás, apareciendo en su vida otra vez. Llego a su edificio y se disponía a subir por las escaleras cuando escucho a Sara decir algo que casi hizo que se le doblaran las piernas. Se detuvo un poco y al mirar hacia la puerta de la entrada a los apartamentos se dió cuenta de lo que Sara estaba hablando.
CONTINUARÁ...